top of page

Si, me siento vulnerable. ¿Y qué? (2)

Foto del escritor: Gabriel VásquezGabriel Vásquez

En la entrada anterior hablé de la vulnerabilidad y la describía como algo que no queremos sentir pues la asociamos a emociones como el miedo, la vergüenza, la depresión, la tristeza y la decepción.  


Si tanto nos aterra sentirnos vulnerables, ¿Qué nos detona la vulnerabilidad y que podríamos hacer para gestionarla de manera diferente?  Brené Brown, socióloga, quien ha estudiado a profundidad la vulnerabilidad describe lo siguiente:


Detonante 1:  Temer a la felicidad.  Sucede cuando nos decimos: “Tengo un buen trabajo, una buena pareja, mis finanzas andan muy bien, me siento relajado…. Pero todo esto es demasiado bonito para ser verdad…. ¿Dónde estará la trampa? ¿Hasta cuándo va a durar?” Suena paradójico, que en un momento donde todo anda bien temamos que algo inesperado lo destruya y nos impida vivir justo ese momento lleno de dicha.   Buscamos desesperadamente más felicidad, pero cuando nos llega creemos que de esto tan bueno no dan tanto y nos sentimos vulnerables de solo pensar que no la merecemos o que en cualquier momento ya no estará con nosotros.


Por esto algunas personas prefieren no esperar nada de nadie para evitar salir lastimadas antes de tiempo.


Antídoto para este detonante:   Practicar la gratitud.  En cualquier momento y en cualquier lugar puedes dar gracias por lo que tienes.  Estamos demasiado ocupados buscando lo extraordinario y probablemente lo que hoy tienes es justo lo que necesitas y nada más.


Detonante 2. El perfeccionismo.  “Nada me puede salir mal”, “Yo espero mucho de mí”, “Yo logro todo lo que consigo”.  El perfeccionismo que nuestra cultura tanto idolatra tiene una luz maravillosa que nos permite lograr los resultados con el éxito que esperábamos; sin embargo, tiene una sombra que nos lleva a la autodestrucción pues buscamos lo que es inalcanzable para evitar a toda costa sentirnos insuficientes.  Parece que jugamos a “Si parezco perfecto y lo hago todo perfecto puedo evitar sentirme vulnerable”.


Antídoto para este detonante:   Valorar nuestros defectos.  Identificar lo que no podemos hacer o sencillamente aquello en que otros son mejores nos permite definir límites a nuestras capacidades y sacarnos de un perfeccionismo crónico.


Detonante 3. Anestesiarse.  Estar demasiado ocupados en reuniones, citas, clases con los hijos o conectado durante horas al celular nos conduce a una ilusión de que nada grave está pasando y tengo mi vida controlada.  Nos anestesiamos para evitar sentir que tenemos una conversación pendiente con alguien o con nosotros mismos, una conversación que nos pesa mucho pero que de tenerla nos abriría enormes posibilidades.  Sin embargo, preferimos callar para evitar sentir miedo, rabia, culpa o vergüenza.


Antídoto para este detonante:   Conectarnos.  Hay dos puntos a destacar:  1. Aprender a percibir y darle nombre a nuestras emociones.  2.  Estar atento a los comportamientos que nos desconectan

0 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page